Los cambios inesperados provocados por la pandemia de COVID-19 definitivamente han transformado las formas de trabajo y el funcionamiento de la economía. Varios sectores se vieron fuertemente afectados, principalmente los de Hospitalidad, que incluye servicios como hoteles, restaurantes, bares y cafeterías, y Entretenimiento con sus espectáculos, grandes obras de teatro y cines.

Las cafeterías, hasta fines de 2019, habían jugado un papel muy importante como punto de encuentro e incluso como lugar para reuniones de trabajo, para breves descansos durante la jornada en las oficinas o, simplemente, para disfrutar de un momento exclusivamente suyo.

Los servicios en las cafeterías, así como sucedió en los restaurantes, se han vuelto más sofisticados con los años. Los baristas se convirtieron en protagonistas tanto para preparar bebidas como para informar a los consumidores sobre el origen o la variedad del café servido. Se incorporaron nuevos métodos de preparación de café, creando nuevas experiencias para todos.

Una de las principales características del coronavirus es que su tasa de contaminación es muy rápida, especialmente cuando hay aglomeración. Es por esta razón que se ha estimado como una distancia social segura al menos 1,5 m entre las personas. Este número lleva a un primer cálculo del área necesaria exclusivamente para clientes, por ejemplo, en una cafetería: 2,25 m². Imagine que para un lugar que anteriormente albergaba 20 personas, se necesita ahora un área de 45m², sin contar el área de preparación y finalización.

Como primera alternativa, muchas tiendas adoptaron la entrega y productos para llevar. Luego los dueños de cafeterías percibieron que no obtenían la misma facturación que antes, sin mencionar que muchas no estaban preparadas para este tipo de servicio, que necesita de embalaje propio y una logística eficiente. Otros locales permanecieron cerrados hasta que lograran resolver problemas de entregas, mientras que otros decidieron cerrar la operación porque ya no era viable.

El aislamiento social fue una de las estrategias que se adoptó prácticamente en todo el mundo como una forma de mitigar el colapso del servicio de salud pública.

Las oficinas actuales han abolido las paredes, creando espacios amplios donde las personas establecen sus nichos, en una clara alusión a la cultura de transparencia en las relaciones. Sin embargo, este espacio cerrado compartido es perfecto para la propagación del coronavirus. La respuesta encontrada fue establecer un trabajo remoto para todos, por lo tanto, la adopción del “home office” sería el resultado lógico.

Si el trabajo entraba en la casa, como efecto secundario, la rutina en su conjunto también seguía, como el necesario descanso para tomar café. Esta fue una de las razones por las cuales el consumo de café en casa aumentó considerablemente en todos los países, según varias encuestas, como compensación por el cierre de cafeterías. Preparar un café es un ritual que se ha vuelto aún más importante, como un descanso del día laboral que, para muchos, no ha cambiado su ritmo.

El café se convirtió en el protagonista de cada momento de relajación y de las conversaciones que comenzaron a multiplicarse a través de diferentes medios sociales. En tiempos de distancia social, la Internet y sus plataformas se constituyen en nuevas herramientas de socialización.

Una vez en casa y para poder variar los métodos de preparación del café, mucha gente comenzó a adquirir diversos utensilios, estimulando el comercio digital. Resultado: las tiendas digitales prosperaron rápidamente.

Otro efecto secundario muy interesante que ha ganado importancia: el interés en saber más sobre el café. Así, muchos cursos online han surgido, democratizando el contenido sobre orígenes, como percibir los sabores y la preparación de una rica taza de café.

“¡Si la montaña no va hacia ti, hay que ir a la montaña!"

El mismo fenómeno ocurrió con la producción de pan, pasteles y alimentos en el hogar. Muchos aprendieron a cocinar y a hornearlos como se hacía en el pasado.

Uno de los efectos más interesantes que la pandemia dejó es el regreso a la artesanía en cada casa, con la gente preparando su propia comida y bebida.

En el caso del café, es el signo de lo que llamamos de la 4ª Ola, que se caracteriza por el consumo y los servicios que anteriormente se encontraban en cafeterías, ahora hechos en el hogar. Muchas personas crearon su "pequeña cafetería”, utilizando todos los métodos posibles e incluso tostando sus propios cafés. Era un movimiento ascendente, precipitado con el covid19.

En relación con los eventos, que siempre estuvieron llenos de personas, ahora están pasando por su revolución digital. Todo online.

Las atracciones ahora van a las casas de los amantes del café, quienes siguen el contenido y las conferencias en la comodidad de su sillón con una taza de su café favorito.

Esto ya es realidad en muchos países.

En la medida que vuelven a sus actividades normales, dentro de estándares de higiene más estrictos, surge la pregunta: ¿cómo funcionarán los establecimientos?

Al principio, el miedo al contagio, las dudas sobre la higiene e incluso la restricción del horario de apertura deben influir en el movimiento de las cafeterías. En ausencia de clientes que ocupen los asientos liberados, probablemente continuarán como proveedores de café y utensilios para entregas o para llevar.

La casa se convierte en el nuevo "centro del universo", donde suceden muchas cosas. La sed de conocimiento seguirá siendo fuerte, por lo que compartir el conocimiento no pasará de moda.

Saber cómo proporcionar lo que la gente quiere es el secreto del éxito.

Seguro, ahora así es...

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