• Marión

    Marión Garín

    Sommelier de Té y Tea Blender certificada por Tea Institute Latinoamérica y El Club del Té.
    Con instrucción en la Ceremonia Japonesa del Té, otorgada por MOA Chile.
    Asesora para la marca Kombuchacha y miembro del Equipo de Colaboradores de Tea Institute Latinoamérica.

Esquivando el anzuelo

El té ha cautivado a la humanidad con sus múltiples dimensiones: sensorial, cultural, económica y medicinal. Pero ¿por qué el marketing actual pareciera enfocarse únicamente en esta última?


La leyenda más conocida sobre el origen del té cuenta que, hacia el año 2737 a.C., un mítico emperador chino llamado Shen Nung reposaba al aire libre, cerca de un recipiente en el cual sus criados hervían agua. Repentinamente, una brisa desprendió algunas hojas de un arbusto, las que cayeron sobre el líquido. El emperador, intrigado, decidió ingerir la bebida resultante, pareciéndole refrescante y revitalizante.

No deja de observarse una similitud con la leyenda de Kaldi, el pastor de cabras que en el siglo IX d.C. descubrió la planta del café también por casualidad, cuando la curiosidad por averiguar la causa de la exaltación de sus animales luego de comer ciertos frutos lo llevó a probarlos también, experimentando la misma vivacidad que ellos.

Independientemente de su veracidad, ambas historias representan la clásica idea de serendipia, definida por la Real Academia Española como “un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”.  Y, en ambos casos, ese hallazgo es una especie vegetal que causa bienestar en el ánimo humano.

Desde ese punto de partida, el té y el café han transitado caminos centenarios, posicionándose como bebidas que incentivan el disfrute, el rendimiento y la creatividad, además de servir como ligamentos de la interacción social. Después de todo, frases como “te invito un café” o “¿te preparo un té?” parecieran ser el summum de la cordialidad y buena disposición. Sin embargo, en el caso particular del té, su ingesta ha estado además ligada permanentemente al ámbito de la salud, siendo estudiado a nivel científico por sus propiedades, a lo largo de los años. Y este vínculo se ha intensificado en la actualidad, advirtiéndose una avalancha de marketing destinado a convencer al consumidor de que el té es la piedra filosofal de las infusiones.

En octubre pasado tuvo lugar la World Tea Expo, evento internacional que originalmente debía realizarse en Denver (Colorado, EE.UU.), pero que finalmente se desarrolló de forma virtual debido a la pandemia. Este simposio reúne a destacados expertos del rubro del té y busca difundir conocimiento sobre esta industria. En él, Peter F. Goggi, presidente de la Tea Association of the U.S.A., enfatizó la necesidad de destacar la información científicamente comprobada sobre los beneficios del té, así como de confrontar la narrativa falsa que se genera a su respecto, con el único propósito de atraer ventas. Un curioso término utilizado fue el de “click bait” o “ciberanzuelo”, en alusión a la propaganda en línea que busca deslumbrar al potencial cliente para determinarlo a presionar el cursor y concretar una compra.

El respeto por el consumidor es mucho más que buen trato verbal. También implica la entrega de antecedentes fidedignos. Y es que, si bien existe abundante información científica que corrobora los efectos estimulantes del té, junto a otros impactos positivos de su consumo - derivados fundamentalmente de su contenido de cafeína, l-teanina y antioxidantes- no se puede afirmar que alivie todas nuestras dolencias. De lo contrario, ¿qué concentraciones de dichos compuestos necesitamos para conseguir un efecto concreto? ¿Qué dosis de ingesta de té nos proporciona esas concentraciones requeridas? ¿Hay efectos colaterales? ¿Hay interacciones con otros alimentos o medicamentos? Como se puede ver, hay preguntas importantes a realizar cuando evaluamos responsablemente nuestras estrategias de publicidad basadas en un enfoque medicinal, por lo que estas deberían desarrollarse con prudencia.

Por otra parte, desde el lado del consumidor, también es necesario replantear expectativas. Que el té es un tesoro natural que genera bienestar físico cuando va acompañado de hábitos saludables, es indiscutible. Pero ¿qué pasaría si valoráramos también su calidad experiencial? Si bien la veracidad de la leyenda sobre el origen del té es incierta, bien puede haberse creado para transmitirnos la esencia de esta infusión: vivificó al emperador, permitiéndole disfrutar mejor del momento presente. Desde ese punto de vista, el té también tiene mucho que ofrecer, pero tal como nos enseñan Shen Nung y Kaldi, el pasaporte a una serendipia siempre será un ánimo dispuesto y curioso.

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