El mate, mística milenaria
Sabemos que la bebida más consumida en el mundo después del agua es el té, pero existen algunas infusiones o yerbas que más que hacerle la competencia, han tomado un lugar dentro del gusto de algunos, como es el caso del Mate, o mejor llamada Yerba Mate cuyo nombre es también Ilex paraguariensis cuyo origen serían las cuencas de los Ríos Paraná y Paraguay; y que en guaraní se escribe Ka´a.
Sus orígenes se remontan a los antiguos pueblos guaraníes, que fueron los que le dieron uso, ya sea mascando o bebiendo sus hojas con agua. Luego vendrían los Conquistadores y con ellos, los Hermanos Jesuitas que fueron los que finalmente la llevaron a otros países donde se fue haciendo popular.
En Argentina se consumen actualmente en promedio 100 litros de Yerba Mate per cápita, al año. Con ello, podríamos concluir que es su bebida oficial y, desde que fue declarada “Infusión Nacional”, cada 30 de Noviembre se le celebra como su día.
Hay una frase que es propia de la Sommelier de Mate, Valeria Trapaga que me hace mucho sentido: “Frente al Mate, somos todos iguales”. Y lo cierto es que es así, más allá de que en sus inicios podría entenderse que la diferencia social entre quienes lo bebían obedecía al tipo de mate -que se le llama también al recipiente donde se bebe- o, a que, por ejemplo las clases privilegiadas incluían algunos adornos a estos cuencos hechos de calabaza, o en al prepararlo agregaban leche, crema o especias, pero lo cierto es que al final del día esclavos, nativos, patrones, mujeres, jóvenes o niños podían disfrutar de beberlo.
Y lo otro que Trapaga menciona siempre es que Cebar el mate no debiera ser asociado a servirlo, sino a compartirlo. Es por ello que su preparación es una costumbre que se adquiere desde muy temprano en los hogares de países como Argentina, Paraguay, Brasil y Chile, por lo que cada uno tiene su método, que normalmente ha sido heredado en forma familiar. En mi familia, es mi hijo el experto y, observarlo, me llena de una especie de orgullo y emoción, porque es una bebida que me conecta en forma potente con millones de recuerdos de infancia.
Primero, se lava las manos para luego elegir la Yerba Mate que será colocada en su “mate” a razón de tres cuartas partes del tamaño del recipiente. Ante todo, tapa con la mano la boca del mismo, donde ya ha puesto la Yerba, sacude varias veces como una especie de despertar aquellas hojas, palos y polvo, haciendo que se incorporen para luego separar de modo tal que toda la yerba quede en posición oblicua para dejarle espacio al agua, que no será hervida, sino a un promedio de entre 85/95 grados, lo que en casa llamamos “a punto mate”. Al verter el agua lo hace con cariño, acercando el agua sin cubrir todas las hojas y no removiendo mucho la bombilla para no mojar toda la Yerba y que ésta se vaya incorporando poco a poco al agua. Sin duda es un ritual, que maravilla ver en su simpleza y en lo generoso que se transforma cuando se comparte. Hay quienes también agregan un chorro de agua fría antes de comenzar a incorporar el agua caliente.
Eso sí, me costó comprender que el dar gracias al recibir el mate debe hacerse solo cuando ya no se quiere beber más, lo que indica al anfitrión que en la próxima ronda, no te lo ofrecerá. Dato para que no les pase!
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