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Damián Campos
MBA.
Ingeniero Civil Industrial.
Socio Perspectiva Empresarial SpA.
Consultor Estrategia y Negocios
Damián Campos
MBA.
Ingeniero Civil Industrial.
Socio Perspectiva Empresarial SpA.
Consultor Estrategia y Negocios
Despertando los sueños
El día antes de la inauguración de un negocio surgen muchas emociones y todas de gran intensidad, existe un sueño, deseos de éxito, esperanza y una alegría que se funda tanto en el orgullo de lo logrado hasta ese momento, como en la ilusión de lo que podría suceder, porque ese acto abre una puerta a muchas posibilidades que se miran con optimismo.
Lo mismo ocurre la noche anterior a comenzar en un nuevo trabajo, hay un poco de ansiedad y anhelo de hacer las cosas bien, querer destacar, lograr buenos resultados y el aprecio de la gente. Un nuevo trabajo es una oportunidad abierta a muchas posibilidades.
Un natural optimismo nos impulsa a hacer cosas importantes, como emprender un negocio, aceptar un trabajo o iniciar un viaje, cada cosa que comenzamos lo hacemos con la esperanza de que va a resultar algo bueno. Nadie va al cine buscando aburrirse con una mala película. A todos nos guía la búsqueda de algo mejor.
Algo parecido tiene lugar en el corazón del cliente cada vez que opta por nuestro negocio, ya sea visitando nuestra web o redes sociales, comprando por internet o asistiendo presencialmente. Siempre es guiado por la esperanza de que algo bueno va a pasar.
Conocer los sueños
Día 1, se abre el negocio y entramos en un torbellino que, entre otras cosas, nos provoca cansancio. Comienza el nuevo trabajo y con ello las responsabilidades, las exigencias y el stress. Llegan los clientes y ahora nadie vive en su ilusión previa, sino que todos enfrentan la realidad.
El mundo real, pragmático y cotidiano tiene sus propias reglas distintas a las de nuestros sueños originales, donde lo primero es lograr la sobrevivencia, y algunas veces, las exigencias son tales que podemos llegar a olvidar aquel sentimiento que nos llevó a abrir nuestro negocio o a aceptar un nuevo trabajo.
Pero:
¿Cuáles fueron esos sueños que nos llevaron a emprender? ¿Qué sentíamos 10 minutos antes de la apertura? ¿Qué queríamos para el futuro?
¿Qué ilusión teníamos cuando salimos de casa rumbo a ese primer día del nuevo trabajo? ¿Qué deseábamos? ¿Cómo se llama esa emoción?
¿Qué sienten los clientes cuando se dirigen a nuestro negocio? ¿Qué deseo tienen justo antes de entrar?
Para entregar una experiencia positiva y memorable, necesitamos rescatar aquella ilusión del primer día y volver a sentir la ingenuidad que nos impulsó, porque, así como tuvo la capacidad de llevarnos a dar el primer paso, puede mantener en alto nuestro entusiasmo.
Cuando me conecto con mi sentimiento original se abre de manera natural un espacio para que los demás puedan hacer lo mismo y así relacionarnos de una manera más profunda, hasta llegar a entender lo que los trabajadores, proveedores y clientes esperan de nosotros como negocio. Ellos no demandan solo una transacción, aunque se puedan conformar con ella, siempre nos han visto como un vehículo para cumplir sus sueños y existe un gran premio para quien responda de mejor manera a esa expectativa.
¿Qué pasaría si un día nos reconectamos todos con la ilusión original? ¿Cómo sería un equipo de trabajo que renueve sus sueños y entusiasmo día a día? ¿Cuáles serían las ganas de trabajar, de innovar y de atender a los clientes?
Ilusión v/s obligación
Si nos permitimos perder nuestra ilusión vamos a des-ilusionar a todos quienes estén cerca, reduciendo nuestro negocio a transacciones, procedimientos y formas; un lugar donde todos van a buscar algo, pero nadie quiere dejar nada.
Podemos apostar por el esfuerzo y profesionalismo para mejorar, controlando y corrigiendo todos los detalles para superarnos cada vez más. Así desarrollamos obligaciones hacia las formas, que llamamos procedimientos, uniformes y responsabilidades, pero que terminan siendo solo la pantomima de un buen servicio.
Y también podemos recuperar la ilusión, esa que los llevó a todos a emprender y a trabajar en esa empresa, revitalizando a cada uno en favor de sus sueños, del proyecto y de los clientes, porque, muy en el fondo, todos buscamos lo mismo, conectar con otros y que nos vaya bien; y no podemos desilusionar a quienes sustentan el negocio.
Despertemos a nuestros sueños, volvamos al origen, recuperemos la ilusión y el entusiasmo del primer día.
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