Eymin: testigo del auge y caída gastronómicos
El comentarista del buen comer fue lúcido testigo de una brillante época que acaba de completarse.
Juan Antonio Eymin, dedicado cronista gastronómico de la realidad chilena, que nos dejó recientemente, fue a modo de un viajero en el tiempo que coincidió como testigo del más acelerado auge y de la total e inesperada caída de la gastronomía en Chile.
La primera aparición suya entre platos y cubiertos coincidió con el primer almuerzo oficial del capítulo chileno de Les Toques Blanches, realizado en CasaPiedra durante la muestra ExpoGourmand de 1991. Debutó con simpatía e interés, como representante de la revista Lobby en la actividad gastronómica. Era un muy buen momento. La ExpoGourmand representaba el auge de la publicidad en revistas de papel couché, nacidas por el inusitado interés por el turismo internacional. Y no fue casualidad de que la cocina -hasta entonces reservada ancestralmente para dueñas de casa- se hubiera profesionalizado con el primer curso del chef suizo René Acklin, quien echó a andar una brillante generación. Que incluyó a su legítimo sucesor en la agrupación, Guillermo Rodríguez, junto a una larga y conocida lista que ha ido haciendo historia desde entonces.
Eymin se unió a un mundo nuevo. Tiempos en los que vio surgir el interés por convertir el vino nacional, de exclusivo consumo interno, en un elemento de exportación. La llegada de Miguel Torres, protagonista, fue el comienzo de ese esfuerzo que al despuntar el nuevo siglo empezó a dar pruebas de que valió realmente la pena, para exportación, orgullo y placer locales.
Terminaba una era, la del Hotel Carrera. Juan Antonio vivió y recordó con entusiasmo la memorable última comida de ese gratísimo local frente a la Plaza de la Constitución. Y para mantener al día su revista Lobby, Juan Antonio se adentró en la trastienda, las historias, novedades y altibajos del mundillo de la cocina y la bebida.
Tuvo la suerte de coincidir con la época más activa. Las fuentes de soda dejaron paso a las tiendas de sushi y a la comida oriental de muy diverso origen. Los restaurantes de lujo atraían a ejecutivo internacionales, y negocios como el Aquí está Coco eran ampliamente conocidos en el exterior. En esos días la cocina peruana entró y no ha dejado de extenderse. En cuanto a tendencias gastronómicas, prácticamente todas se han visto pasar en la oferta capitalina, incluyendo las más insólitas propuestas.
Eymin creía en una libertad total de espíritu, que marcó su estilo. Participó y fue apreciado a través de varias otras publicaciones. Con el tiempo, su revista mensual en papel, de los primeros años, se mudó a la versión digital; eso sí, con frecuencia semanal. Que se volvió esperada información de las novedades, tendencias y datos atractivos del medio, en constante evolución.
En esa actividad Juan Antonio Eymin mostró talento narrativo, creando uno de los más simpáticos personajes de la fantasía chilena: don Exe, o sea, Exequiel Quintanilla. Simpatiquísimo protagonista, irremediable picado de la araña, que no perdía ocasión de soltar un piropo a alguna fémina. Claro, más de una vez acertaba el pleno. Pero el madurón galán también debían morder el polvo en muchas ocasiones. Con resignación, mansedumbre, y un humor tan absoluto como el de su creador. Con lo que consiguió que sus peripecias se volvieran un deleite cada siete días, en medio de los aterradores noticiarios que muestran la realidad en la tele.
Eymin disfrutó de la notable bonanza gastronómica, que el verano pasado estaba en sazón: para el otoño 2020 se preparó una lista suntuosa de estrenos e inauguraciones de alta cocina y de cuidadas propuestas. Quienes escribimos del tema las supimos, con el pesar de no poder darlas a conocer por el coronavirus, y el estallido social que precedió a la nueva peste. Después llegó el larguísimo encierro. Que agudizó el daño que una caída causó a Juan Antonio. Desde su vivienda en el centro, en las monótonas tardes de la cuarentena, éste dialogó recuerdos sobre el encanto de restaurantes que dejaron de existir. Echaba de menos detalles, sabores, imágenes tan memorables como irrepetibles. Y revisaba los archivos de la memoria sobre esos más de ocho mil restaurantes que llegó a tener la capital, y cuyo futuro nunca imaginamos sería el actual.
Hombre ameno, de pregunta ingeniosa y oído amigable, Juan Antonio se volvió referente obligado para una infinidad de personas del intenso mundillo de cocinas y comedores. Y cada miembro de esta colectividad, hoy entristecida, sabe cuan profundo siente su ausencia y su silencio.
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