Más Producción de Carnes, Más Bienestar Animal

Motivos sobran para reducir o evitar por completo el consumo de carne.


Estos se fundan en ideologías o filosofías que nacen en la necesidad de proteger el planeta y el bienestar de los animales, en evitar los efectos adversos en la salud personal, o en simplemente las preferencias personales.

El consumo de carnes ha sido y seguirá siendo determinante para el desarrollo humano debido a la gran cantidad de nutrientes que posee. Si bien este es un argumento muy importante para sostener que continuará creciendo la demanda por la proteína de origen animal, no es el único. También los hay de origen cultural, económico y demográfico que continuarán estimulado la demanda.

Entre el 2008 y 2017, el consumo global de carnes (vacuno, cerdo, ave, oveja y pescado) crecía a una tasa anual del 2%, y casi la mitad de ese crecimiento fue aportado por China. La razón principal fue la evolución del poder adquisitivo de su población.

Un estudio de la OCDE-FAO, acerca de perspectivas agropecuarias globales 2017-2026, sostiene que la tasa de crecimiento del consumo agregado de proteína animal se reducirá y estará entre 1%-1,5% anual, pero que además se localizará en sectores específicos. Esto se explica por los cambios macroeconómicos, demográficos y de preferencias nutricionales.

Este 2020, producto de la pandemia actual, la producción global de carnes caerá en 333 millones de toneladas, debido a enfermedades en los animales, a efectos aún persistentes de las sequías, y a perturbaciones del mercado como la caída en las ventas del foodservice. Así, se incrementan los stocks y las disponibilidades de exportación, haciendo caer los precios internacionales y desincentivando la producción en los mataderos.

Con mayor ingreso per cápita y población mundial, crecerá la demanda global de carnes. Pero factores como preferencias personales y formatos de dietas según cada cultura, harán que los patrones de consumo sean divergentes, provocando que el crecimiento se localice en sectores específicos.

Los países de la región Asia Pacífico, México y parte del Oriente Medio, son buenos ejemplos de lo recién expuesto, donde sus dietas, culturalmente heredadas, se encuentran centradas en proteínas vegetales y mariscos. Totalmente en línea opuesta a lo que ocurre con los países anglosajones, China, Argentina, Chile, Brasil, con una fuerte preferencia por la carne.

En la próxima mitad de siglo, el planeta necesitará producir más comida que en los últimos 10.000 años. Las investigaciones y proyecciones realizadas por la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sostienen que, en el año 2050, el consumo de proteína animal se duplicará para alimentar una población de 9.000 millones de habitantes.

Esto es una fantástica noticia para las industrias relacionadas, quienes continúan centrando los esfuerzos en capitalizar el crecimiento. Sin embargo, la manera de hacerlo, importa mucho. Vemos que la forma es irreflexiva, sobrepasando las necesidades biológicas y de sustentabilidad.

Afortunadamente, el consumidor de hoy quiere productos que le garanticen que los animales han sido tratados con dignidad. Esto se conoce como bienestar animal y es tremendamente importante, no sólo por una cuestión ética, sino también por una cuestión económica.

Mejorar la calidad de los alimentos es de importancia general, y existe un vínculo evidente entre ese bienestar animal y la seguridad alimentaria. Las amenazas al bienestar animal, incluyendo la inmunosupresión inducida por el estrés, la dispersión de patógenos en sus alimentos o las modificaciones genéticas pueden comprometer la salubridad y seguridad de los alimentos.

Si bien la composición nutricional de un corte de carne es casi siempre la misma, independientemente de cómo haya vivido el animal o lo que haya comido, serán sus condiciones de vida las que influirán en el ritmo de crecimiento, en la capacidad de reproducción y en la vulnerabilidad de este ante las enfermedades. Aquí aparece la cuestión económica.

En definitiva, un entorno en el que los consumidores imponen el criterio ético a sus decisiones alimentarias, tratar bien al ganado se impone como una cuestión económica. Y no se trata de demonizar al sector ganadero y su industrialización, sino de asegurar un equilibrio entre hacer que la vida de esos animales sea apacible y feliz, con satisfacer un aumento de la demanda por carnes.

Etiquetas:
Carne - Gastronomía - Henry Cullell - Opinión




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