• Marión

    Marión Garín

    Sommelier de Té y Tea Blender certificada por Tea Institute Latinoamérica y El Club del Té.
    Con instrucción en la Ceremonia Japonesa del Té, otorgada por MOA Chile.
    Asesora para la marca Kombuchacha y miembro del Equipo de Colaboradores de Tea Institute Latinoamérica.

Nuestra once

Si bien es cierto que la tradición de la once nos acompaña día a día, en invierno la rodea un encanto especial, pues el frío pareciera gatillar deseos de calidez y de reunión familiar en torno de una bebida caliente. Por lo mismo, siendo tan importante en la cultura nacional, resulta interesante indagar en el trasfondo de esta costumbre tan arraigada en nuestro país


A pesar de que el café y el mate son también protagonistas de esta instancia, de alguna forma pareciera que la infusión de la Camellia Sinensis tuviera una relevancia mucho más gravitante. Por algo hay quienes la llaman también “hora del té”, aunque la expresión “once” resulta mucho más representativa de la idiosincrasia de nuestro país.

Los orígenes del nombre de esta merienda no están claros. Aparentemente, la explicación más difundida señala que proviene de la expresión “tomar las onces”, frase con que antiguamente se camuflaba la invitación a beber aguardiente, palabra que cuenta precisamente con once letras. En cuanto a quiénes empleaban este código secreto, las versiones divergen: una señala a las mujeres que deseaban socializar con sus congéneres, otra indica a los sacerdotes, una tercera lo atribuye a hombres que querían beber con sus amigos sin dar cuenta de ello a sus parejas y una última lo asocia a obreros del salitre que durante la jornada laboral buscaban reunirse en torno de un trago de aquella bebida, lejos del escrutinio de sus patrones. De cualquier manera, lo cierto es que habría sido una especie de contraseña empleada por personas que deseaban no ser descubiertas en su consumo de alcohol. 

Otra versión relaciona su nombre con un tentempié británico de finales del siglo XVIII que se ingería a las 11 de la mañana y era conocido coloquialmente como “elevenses”. El concepto de este refrigerio habría llegado a Chile por influencia de los ingleses residentes, traduciéndose al castellano como “onces” y sufriendo un desplazamiento horario hacia media tarde.

Existe sin embargo otro episodio que también podría relacionarse con nuestra once. Se trata del nacimiento de la costumbre británica del “Afternoon Tea”. Se dice que fue originada alrededor de 1840 por Anna Maria Russell, Duquesa de Bedford, quien solía fatigarse debido al hambre que sentía entre el ligero almuerzo del mediodía y la cena, servida entre 20 y 21 hrs. Por ello, comenzó a solicitar a sus criados que a media tarde le sirvieran té junto a bocados como sándwiches, scones y pasteles. Con el tiempo, invitó a sus amigas a participar de este evento y con el correr de los años la práctica se fue formalizando dentro de la nobleza del país, consolidándose a eso de las 17 hrs.  Otro nombre que se le ha dado a esta merienda es “Low Tea”, en alusión a las mesas bajas en que se servía (al estilo de mesas laterales o las llamadas “mesas de café”), lo cual indicaba que se trataba de una comida breve y ligera.

Con los años, esta institucionalización del té como compañero de merienda y elemento de cohesión social daría paso a otra costumbre: el High Tea, que a finales del siglo XIX ya se había extendido por los hogares de la clase trabajadora británica. Se trataba de una comida contundente desplegada sobre una mesa alta (de ahí su nombre), en el estilo de aquellas mesas dedicadas a las meriendas principales del día. Ahí se disponía el té junto a alimentos como carnes, pescados, queso y pan. Su oportunidad era más tardía, pues se estableció al final de los extensos horarios de trabajo derivados de la Revolución Industrial, y su objetivo era que los obreros recuperaran fuerzas luego de arduas jornadas laborales.

Como puede verse, los caminos que transitan las costumbres sociales son intrincados. Por mucho que quisiéramos apostar por el desarrollo autónomo de nuestra once, hay elementos que la unen a las meriendas británicas. Aunque también aquello podría ser mera coincidencia. Quizás esta semejanza tiene que ver simplemente con la transversalidad de los procesos sociales. De todas maneras, finalmente, pareciera que lo que cuenta es observar cómo el té provee de un contexto de calidez en el cual el ser humano puede conectar con otro y, desde ahí, ser y hacer comunidad.  

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