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Marión Garín
Sommelier de Té y Tea Blender certificada por Tea Institute Latinoamérica y El Club del Té.
Con instrucción en la Ceremonia Japonesa del Té, otorgada por MOA Chile.
Asesora para la marca Kombuchacha y miembro del Equipo de Colaboradores de Tea Institute Latinoamérica.
Marión Garín
Sommelier de Té y Tea Blender certificada por Tea Institute Latinoamérica y El Club del Té.
Con instrucción en la Ceremonia Japonesa del Té, otorgada por MOA Chile.
Asesora para la marca Kombuchacha y miembro del Equipo de Colaboradores de Tea Institute Latinoamérica.
Viaje a la semilla
Es necesaria una revalorización de la cadena productiva del té para disfrutar en plenitud de la experiencia sensorial y cultural que implica esta infusión
Hoy en día, es indiscutible que Chile es un gran consumidor de té dentro de Latinoamérica. Sin embargo, esto no siempre fue así. Según relata don Hernán Eyzaguirre Lyon en su libro “Sabor y saber de la cocina chilena” (1987), las dos grandes bebidas del período colonial en nuestro país fueron el mate y el chocolate. En cuanto al té, si bien tiene una historia milenaria en Oriente, en nuestro país era desconocido hasta finales del siglo XVIII, momento en que fue introducido en la sociedad chilena gracias a la influencia de las colonias inglesas residentes en nuestro país. De esta forma conocimos el té negro en hojas, que era la variedad que en esa época había conquistado el paladar europeo. Contribuyó a su masificación el hecho de que, en el año 1779, el Gobierno hubiera decidido aplicar un impuesto sobre el mate, con la finalidad de financiar la construcción del Puente de Cal y Canto, encareciendo así su consumo y por tanto desincentivándolo. De esta forma se allanó definitivamente el camino para la expansión del té a nivel nacional como un adecuado reemplazo.
Esta es la historia de cómo el té se convirtió en una bebida indispensable en la mesa chilena, pero también es el relato de cómo lo fuimos normalizando, recibiéndolo en nuestros hogares como un simple commodity: un producto deseable como estimulante pero indiferente en cuanto a carácter, plano en matices y de procedencia irrelevante.
Afortunadamente, con la actual revalorización de las cadenas productivas de diversos alimentos, ha tenido lugar también un redescubrimiento occidental de la cultura del té, del que Chile no ha quedado ajeno. Así, el delicado entramado de etapas que constituye la ruta de la planta a la taza ha comenzado a cobrar cada vez más relevancia. Y es que si examinamos con detención esas cotidianas hebras secas e imaginamos que podemos alterar el curso del tiempo para ir en reversa como en el mítico Viaje a la Semilla de Alejo Carpentier, veremos con asombro cómo esas hojas reverdecen, se rehidratan y se expanden, en una danza de transformaciones químicas, para luego volver a los recipientes en que fueron cosechadas, y terminar adheridas nuevamente a la planta madre, devolviendo al suelo todos los compuestos que el terruño les brindó. Sólo así, regresando mentalmente al origen, es como podemos realmente admirar este elemento noble, y comprender que su composición molecular es un verdadero trabajo de joyería que resulta de la sinergia entre el terroir y un hábil maestro de té que orquesta el orden e intensidad de los procesos de producción. Así, las seis categorías de té reconocidas internacionalmente en la actualidad - blanco, verde, amarillo, oolong, negro y oscuro- comienzan ahora a diferenciarse claramente ante los ojos del consumidor; y los cientos de estilos existentes dentro de cada una de ellas cautivan al aficionado, quien ahora es capaz de señalar si prefiere los tés verdes chinos o los japoneses, los oolongs de alta o baja oxidación, o los tés negros de llanura o de montaña. Porque el té ya no es una simple infusión estandarizada, sino también una experiencia sensorial, una expresión del estilo personal, y sobre todo un producto que exhibe la impronta de la naturaleza en conjunto con el sello de la mano del hombre.
Este cambio de paradigma, esta “descomoditización”, se logra únicamente a través del aprendizaje; de este viaje imaginario a la semilla de la Camellia Sinensis, la planta del té, repartida actualmente por el mundo, nutriéndose de suelos y climas diversos para entregarnos un perfil sensorial representativo de su origen, en cada taza preparada con atención plena.
Etiquetas: Asesora Kombuchacha - Coffee&Tea - Experiencia sensorial - Instrucción en la ceremonia japonesa del té - Marión Garín - Miembro de Tea Institute Latinoamérica - Opinión - Sommelier de Té - Té - Tea Blender