Autora de “Como agua para chocolate” en Manka Tantay II
Laura Esquivel
Para Laura Esquivel, la felicidad se cocina a fuego lento
• En visita a Chile, la mexicana llamó a rescatar en recetarios de abuelas la olorosa alquimia del charquicán y el mole, del kimchi y la calapurca, idioma común de la humanidad sin fronterasLA FAMA TIENE SU LADO OSCURO EN LAS INFINITAS ENTREVISTAS. Más todavía cuando han pasado treinta y siete años del lanzamiento de “Como agua para chocolate” (que ya es una trilogía con “El diario de Tita” y “Mi negro pasado”), y su relato sigue tan fresco. Su autora, la mexicana Laura Esquivel, es personaje internacional de la literatura, la educación y la política, compartida en decenas de idiomas, influyendo a multitudes de varios continentes. La encontramos en Santiago en la II Cumbre Gastronómica Manka Tantay Inacap, exponiendo sobre “Cocina y felicidad”. Pero, ¿cómo supera la escritora la abrumadora rutina de las entrevistas inevitables en cada nuevo viaje? “Tengo que estar haciendo juegos para tratar de encontrar algún dato nuevo o aportar algo para que no resulte una rutina. Y lo peor, me quedo sin tiempo para pensar”.
La amplísima y variada cocina mexicana retrata en el libro, en su fuerza y expresión, el mundo que rodea a las mujeres que cocinan no sólo entre instrumentos aztecas como el comal o el molcajete, sino en todas las latitudes y en la completa universalidad humana. Este es el punto de partida con el que Laura empezó a cocinar su fantástico libro sobre Tita, una niña que nació y vivió en una cocina. Como estructura, la obra reúne recetas que van de codornices con pétalos de rosas al ancestral champandongo, y de chocolates y rosca de reyes a los chiles poblanos en nogada. Como Laura Esquivel dice: “uno transmite su emoción al momento de cocinar”...
En su prosa ha rescatado expresiones y vivencias que enlazan la sabiduría popular con secretos de cocina profunda. Como la certeza de que “cuando la gente ha tenido un coraje (ha pasado un mal rato), los tamales no se le pueden cocer”. Y así ocurre, según juran las cocineras de toda una vida.
EL DINERO COMO META, UN ERROR
¿Cómo ve Laura el futuro de esta relación maravillosa que existe entre la cocina, con esos potentes secretos que guardaban las abuelas, y la actualidad, cuando parecen perdidos para siempre? “Hay un retorno de la gente a la cocina, al origen, a recuperar la relación con la tierra. En tiempos antiguos la cocina era medicina, nos alimentaba y nos sanaba, nos animaba. Y ese poder lo fuimos perdiendo. A causa de un error fundamental de los seres humanos, de haber considerado que los bienes materiales son el modo de obtener bienestar. Y es falso. Por estar produciendo sin tino, consumiendo sin medida, se ha depredado el medioambiente, se han contaminado ríos, se ha causado un desequilibrio ecológico. Y por eso la cocina, en los últimos años, es nuestra enfermedad. Porque comemos cosas que no deberíamos estar comiendo”.
“La forma de rescatar este mundo que sabía de todo, es volver a la cocina con el entusiasmo de entonces. Y no me refiero únicamente a las mujeres. Es un espacio que tenemos que recuperar mujeres, hombres, niños y abuelos de todo el mundo, porque vamos a reencontrar no sólo un centro de placer y nutrición, sino de comunicación, que tanta falta nos hace”.
ALQUIMISTAS DE OLLA Y CUCHARÓN
En su charla en la cumbre gastronómica, Laura Esquivel agradeció ese encuentro que permitió soñar con las recetas de las abuelas y traerlas a la mesa. Admitiendo que comida y felicidad son el motor de su obra. “Se va formando una alquimia colectiva, lo que me lleva a la revaloración de la cocina en una etapa. Yo crecí en la cocina. Mi familia es enorme. Tradición familiar: la manera de dar amor de mi madre era a través de la cocina. Nací en un barrio de clase media baja, y era muy curioso. El acto de cocinar era algo que se comparte y así lo aprendí. La cocinera es el centro de todo. Me tomó un tiempo volver a la cocina, cuando ya era madre. Y descubro que la cocina es un espacio lleno de presencias y conocimientos. Cuando dicen que mi novela es de realismo mágico digo que no, quien ha cocinado y escribe sabe de qué estoy hablando. Cuando uno cocina escucha voces: ‘le pusiste mucha sal, lo estás haciendo bien, o mal’. Y se reencuentra con el pasado, con las abuelas y uno misma. Constituye un auténtico espacio de alquimia, de transmutación. Todos tenemos memorias de sabores, de gustos, que nos vinculan con otro tiempo. Este descubrimiento me llevó a escribir ‘Como agua para chocolate’”.
VOLVER A LA MAGIA DE LAS ABUELAS
Una novela que no terminó allí. “Tuvieron que pasar 37 años para volver a tocar el tema. A los jóvenes les gustaba mucho el libro, aunque no habían nacido cuando escribí la historia de Tita. ¿Por qué les conmueve? Se han identificado con ella como víctima: en la obra, la tradición obliga a que la hija más chica no se pueda casar, para cuidar a la mamá cuando envejezca. Tita después se convierte en un sujeto. Pero hay muchos caminos frente a las opresiones. Me decidí a continuar ‘Como agua…’ como una trilogía. El segundo libro es ‘El diario de Tita’: tiene 20 años, finalmente concluyo en una etapa en que se ha perdido la forma de cocinar…y es la historia de todos nosotros. Se ha olvidado lo que se ha aprendido. Tenemos altos índices de obesidad, de diabetes. Aquí en Chile también se observa lo mismo. ¿Qué está pasando, qué estamos haciendo mal, qué hemos dejado a merced del azar, en qué nos equivocamos al dejar de lado algo que no nos pareció indispensable?”…
Cambios, de vivir a gran velocidad, de interesarnos por sobre todo en obtener ganancias. “¿Si llegamos a destruir más los ecosistemas, nos vamos a alimentar del cemento o del dinero? Tenemos que recuperar la sabiduría de las abuelas. Todos los que tengan abuelas rescaten y copien sus recetas. Puede ser el camino de salida para esta crisis global que vivimos”.
LE PUSO VOZ A LAS MUJERES DEL MUNDO
Laura nunca apuntó ni calculó el impacto que tendría “Como agua para chocolate”. Explica: “Lo interesante es que recojo una tradición y también las voces de muchas mujeres, empezando por mi madre. Ella siempre estuvo en la cocina: nunca trabajó ni estudió en la universidad, pero fue una de las mujeres más sabias que he conocido. Ese es mi mérito: en el libro se reúne el conocimiento y presencia de muchísimas mujeres. Pero ocurre también en Chile: cuántas tradiciones e historias palpitan detrás de cada platillo. Cuántas nostalgias de gente que llegó a este país de otros lugares y traía sus propias semillas, sus propios sabores. Mi mérito es dar voz a otras personas: siempre este trabajo es un colectivo. Una nunca está sola cuando cocina, nunca está sola cuando escribe. Escribir no es algo que promueva el individualismo extremo: formamos parte con muchos especialistas de un universo, de un cosmos. Estamos interconectados. Tenemos un elemento inseparable que nos enlaza y que nos anima a servir cada vez que compartimos una moción, una energía que estamos respetando, regresando, compartiendo. Todos formamos parte de este universo en constante cambio. Está en nosotros liberarnos de las redes que nos determinan”.
LA COCINA HABLA CON OLORES
Laura cuenta que hace unos años, cuando estuvo al frente de la Dirección General de Cultura de México, propuso que sus actos públicos surgieran desde la cocina. Lo primero, en la oficina donde estaba había una cocina que habían tapiado. La echó a andar para preparar la comida y comer en ella, con el imaginable escándalo. “¡Pero va a oler!”, le dijeron. “¡Y qué maravilla, que huela a tortilla, que huela a chocolate! ¡Por eso una va al mercado, que me encanta por sus aromas! Y son esos olores los que nos informan qué productos están en plena temporada, cuáles serán los platos de esta estación. Eso se nota y disfruta especialmente en países como Chile, de estaciones tan diferenciadas entre sí”.
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