PASANTÍA GASTRONÓMICA
Crónica de una pasantía
Tal como lo estipulaba el programa de la Pasantía Gastronómica 2018, luego del primer seminario dictado en la UDLA, la siguiente actividad era el viaje, del que hace algunas semanas regresaron los participantes, pero los ecos de las experiencias vividas resuenan aún con más fuerza que al momento del retorno
CIERTAMENTE, EL MAYOR DESAFÍO PARA LOS ORGANIZADORES, Joel Solorza y Abi Moskovicz, era lograr compatibilizar una ruta gastronómica sin desconocer el deseo de visitar los lugares turísticos, sumado a la complejidad que representa comandar un grupo en el que si bien está integrado por chefs, existen siempre diversidades de gustos y preferencias, no sólo por razones de edad, sino porque algunos viajeros ya habían estado en parte de los lugares, aunque luego comentaran que “creían conocerlos¨, pues nuestro itinerario fue diseñado especialmente para ellos, una vez confirmados los miembros de la delegación.
Londres nos recibió con la mayor tormenta de nieve en décadas, pero ello no impidió que el grupo caminara hasta el más recomendado pub de la zona, degustando los famosos fish & chips, por supuesto debidamente regados con la mayor variedad de cervezas, todas tiradas desde barriles a la vista.
En la segunda jornada, ya con mejor clima, degustamos scoons, y un reponedor chocolate caliente en el bistró del parque frente al Palacio de Buckingham. Pudimos comprobar que los ingleses no sólo toman té en las cafeterías del Parlamento, que se conservan intactas desde hace centurias.
En Chinatown probamos preparaciones estilo Hong Kong, que si bien eran deliciosas, nos demostraron que en Chile tenemos un alto nivel en cocina oriental.
En Picadilly Circus nos detuvimos en varios restaurantes famosos, especialmente en lo que refiere a su diseño y decoración. Justamente esos detalles sobresalen en el Pub Sherlock Holmes, ubicado en West End, donde se exhiben todas las pertenencias del autor de las célebres novelas.
En un París gélido, visitamos los locales de la Isla San Luis, donde se encuentran los proveedores de carnes exóticas y cecinas refinadas de los más exclusivos restaurantes de la ciudad.
Por supuesto en la calle degustamos los sandwichs de baguettes, recién horneadas, que bien merecen capítulo aparte.
Entre los restaurantes de Saint Michel, fuimos a uno conocido de viajes anteriores, donde se lucieron los caracoles, la sopa de cebolla, el cordero, y por supuesto el postre crème brûlée.
En Colonia y Dusseldorf, los polos gastronómicos se encuentran en ambas estaciones centrales de trenes, con una insuperable oferta de cecinas y pescados. Curiosamente existe una gran rivalidad entre ambas ciudades vecinas, pues cada una ofrece cervezas de muy diferentes sabores y tonalidades.
Lamentablemente la feria Anuga Tech estaba más enfocada en maquinaria y tecnología de la industria alimentaria que en la gastronomía, por lo que no colmó las expectativas de los chefs.
El mal trago fue olvidado con exquisiteces del mar, ya sea en sandwichs, al plato o como picada en los restaurantes del aeropuerto de Dusseldorf, que superan a todo lo imaginable.
En Estambul nos esperaba un “Mercado egipcio de las especias” exuberante, al igual que el almuerzo en un afamado restaurante junto a la mezquita Azul, donde cada uno escogía lo que deseaba, y luego un garzón muy atento lo llevaba a la mesa. Sistema singular, pero muy eficiente.
La sorpresa mayúscula fue que los manjares más deliciosos del viaje hayan sido preparados por el chef ejecutivo del hotel del aeropuerto. Eran las dos de la madrugada y no nos retirábamos, catando un vino turco que resultó el mejor de todo el periplo.
En Jerusalén alojamos junto a las murallas de la Ciudad Vieja, y si bien casi nos amanecimos en el Santo Sepulcro, el desayuno árabe que nos sirvieron en el hotel fue tan variado como llamativo.
Tel Aviv nos demostró que vivimos en un mundo globalizado, pues a la comida en un restaurante mediterráneo típico se agregó (según la opinión experta de los pasantes) el mejor sushi de sus vidas, preparado a la vista por seis maestros japoneses, en el restaurante de la Universidad de Tel Aviv.
De Moscú debemos resaltar el Mercado Danilovsky, un mundo de frutas, verduras, pescados, carnes y comidas típicas regionales.
En Atenas, debido a restricciones horarias, nos centramos únicamente en visitas arqueológicas.
De Milán, principalmente ratificar que es la perdición de quienes gustan de un helado como debe ser. Las pizzas y pastas las reservamos para Verona, en un restaurante frente a la Arena, que dejó con gusto a poco a todos. Literalmente nos echaron apagando las luces.
En Padua visitamos el Mercado de la Fruta, en el que se ofrecen desde vegetales hasta la más delicada charcutería artesanal.
Poco se puede agregar a la maravilla que es Venecia, pero les dejamos el dato del restaurante La Campana, con una variedad de platos y un nivel de atención ejemplares.
Debido al feriado, Barcelona estaba repleta de turistas, pero igual ubicamos una taquería vasca en el Paseo de Gracia, en la que no sólo degustamos su extensa carta, sino que algunos miembros de la delegación volvieron a la tarde a “tomar once”, pero que fueron como treinta platillos.
En Madrid fuimos al Mercado San Miguel, al Museo del Jamón, y degustamos varias (nobleza obliga) sangrías, ante la disputa de cuál restaurante de la Plaza Mayor ofrecía la mejor. En todo caso el almuerzo fue en el restaurante San Onofre, una verdadera picada, en la que los únicos extranjeros éramos nosotros y los cocineros.
Mucho se podría agregar a esta reseña, pero todos conocen las atracciones turísticas de los lugares ya mencionados, y realmente fuimos a todos. A veces casi llevando en andas a alguno de los pasantes, pero lo logramos.
La próxima actividad es el segundo seminario a dictarse en la UDLA, que coincidirá con el primero de la Pasantía 2019, en la que visitaremos Europa, Medio Oriente, China e India.
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